Entrevista a la Dra. Rosa R. de Chehébar
Con más de sesenta años al servicio de la medicina, la Dra. Chehébar sigue atendiendo a sus pacientes con el entusiasmo del primer día
Por Luciano Giusti
En la cartilla de Femédica tenemos a una médica con mucha historia, pionera de la neonatología en la Argentina, estuvo desde sus inicios en el Policlínico Presidente Perón de Avellaneda, uno de los centros de salud creados y administrados por la Fundación Eva Perón.
En el 2007 la Dra. Chehébar recibió el reconocimiento a la trayectoria en la categoría científica, en el Premio Mujeres Destacadas de la Salud, que anualmente adjudica el ministerio de Salud nacional.
Nació el 5 de noviembre de 1921 en Basavilbaso, provincia de Entre Ríos, y afirma que seguirá “trabajando hasta que físicamente pueda hacerlo”. Y señala que al consultorio va manejando su propio auto. “Para mí trabajar es una pasión, me hace mal no hacerlo”, dice esta profesional de gran humanidad. En su familia eran seis hermanos y sus padres llegaron escapando de la hambruna de Europa. “Mi madre era de Lituania y mi padre de Besarabia (Hoy Moldavia y Ucrania). Mi madre era una enamorada de la cultura, de ella habré heredado los genes. Para ella la cultura era tan necesaria como el aire que respiraba”.
La Dra. Chehébar se confiesa amante de la ópera, el teatro y el cine. Tiene tres hijos y cuatro nietos.
¿Por qué eligió la medicina?
Quizás por influencia de mi hermano mayor, el Dr. Luis Rabinovich que fue un gran endocrinólogo. Como a mí me gustaban mucho los chicos y estudiar, tal vez por seguirlo a él estudié medicina. Me recibí el 26 de diciembre de 1947.
En los comienzos de su profesión, la Dra. Chehébar relata haber padecido el antisemitismo de las décadas del 30 al 50 del siglo pasado. Tiempos en los que en algunos hospitales mandaban “los niños bien, pretenciosos y engrupidos”, dice Chehébar, citando el fragmento de un tango.
Sus primeros años en la medicina
“Comienzo a trabajar en el hospital Argerich por recomendación de algún amigo de mi hermano. En esa época estaba como Jefe de Pediatría el Dr. Vicente Anello y éramos tres las médicas que trabajábamos con él. El 24 de febrero de 1951 se inauguró el policlínico Presidente Perón de Avellaneda. Entonces fuimos a trabajar ahí y nos encontramos con que no había nada más que la parte de hotelería, que la había puesto la famosa empresa Maple, la más lujosa mueblería
del Buenos Aires de ese entonces. Hay un tango que dice “pisito que puso Maple”. El hospital pertenecía a la Fundación Eva Perón, y mientras estuvo vigente nunca nos faltó nada. Además todas las navidades nos mandaban a los médicos unas hermosas canastas.
En el policlínico se internó durante su enfermedad Eva Duarte de Perón, del 3 al 14 de noviembre de 1951, donde la operaron. El 11 de noviembre hubo elecciones y era la primera vez que votaban las mujeres gracias a una ley que Evita se ocupó en promulgar.
Ella votó desde su cama y cuando se retiró el día 14, pidió que todo el personal estuviera en el lobby del hospital para despedirse. La bajaron en camilla. Había tanta gente…”
En el año 1955 acompañé por tres meses a mi esposo, ingeniero que se especializó en petróleo, a perfeccionarse en EEUU. Allí visité los mejores hospitales de niños de Nueva York y el Johns Hopkins Hospital en Baltimore, Maryland. Allí me interesé en todo lo que era la atención a prematuros.
La neonatología surgió en el año 1950 en Argentina pero en la provincia de Buenos Aires casi no
existía la especialidad. Después de 1955 comenzaron las falencias en el policlínico.
Por ejemplo, en un servicio para recién nacidos son muy importantes los aspiradores, que se utilizan en la parte de reanimación en el momento en que nacen. Cuando se descomponían, muchas veces yo tenía que pagar el arreglo de mi bolsillo, porque si me quedaba sin ese aparato se me podían morir los chicos. Fue muy sacrificado.
En 1981 cuando fallece el Dr. Anello me ofrecen la jefatura de la sala, pero como las falencias eran tan grandes, renuncié. Desde esa época trabajo solamente en mi consultorio privado.”
¿Con tantos años en la medicina notó algún cambio en los pacientes?
Como hago pediatría clínica y neonatología, hoy atiendo a muchos chicos a quienes atendí en su momento a la mamá o al papá. Entre los niños de hace 50 años y los de ahora noto diferencias, porque los padres de ahora son distintos. Algunos son muy ubicados con el cuidado de los niños, pero hay otros que son muy superficiales, que no prestan tanta atención.
Entonces sucede que los niños no se alimentan como corresponde y desayunan por ejemplo con gaseosas, en vez de desayunar y merendar con leche. Eso antes pasaba menos que ahora. También influye que cambió la familia, hoy hay muchas más parejas separadas.
¿Cómo cambió su especialidad?
El cambio ha sido muy importante en la aparatología y los estudios que se pueden hacer. También tenemos a los antibióticos y la prevención de las vacunas. Entonces la diferencia es muy grande. Hoy por ejemplo al recién nacido se le extrae una gotita de sangre del talón y se le estudian 9 enfermedades, que si no se tratan desde el nacimiento tienen graves consecuencias. Todo esto se hace desde algunos años y es una gran diferencia de cuando yo empecé.
¿Cómo definiría a su pasión por la medicina?
A mí los chicos me gustan porque me dan energía. Yo soy de las médicas que no hago diferencias entre mis pacientes, atiendo a todos por igual poniendo lo mejor de mí. Soy de las que los llamo para saber cómo sigue su salud. Me ha dado muchas satisfacciones el ejercicio de esta profesión porque he sacado a tantos niños adelante. Me considero muy certera para “ver las cosas bajo el agua”, lo que subyace, cuando se trata de hacer diagnósticos en chicos.
La Dra. Chehébar junto a enfermeras del policlínico Presidente Perón
¿Cuáles fueron los momentos más importantes de su carrera?
Los que pasé en el policlínico Presidente Perón, porque allí me pasaba ayudando a la gente de forma permanente. Teníamos muchas madres niñas, de 11 a 14 años que tenían a su bebé y a ellas había que ayudarlas mucho, conseguirles leche, porque era un lugar al que asistía gente muy pobre, que no tenía para comprar leche cuando la mamá no tenía pecho. Y también había que entusiasmar a esas jóvenes madres para que les dieran el pecho a sus niños, porque es aún hoy la mejor forma de prevenir enfermedades.
¿Qué le aconsejaría con su experiencia a sus colegas más jóvenes?
Les diría que al paciente hay que dedicarle todo el tiempo que necesita, porque siempre hay que ponerse en el lugar del enfermo. Siempre me dije: “qué haría yo si estuviera en su lugar”. Y ése es el eje de mi trayectoria como médica.
En el 2007 la Dra. Chehébar recibió el reconocimiento a la trayectoria en la categoría científica, en el Premio Mujeres Destacadas de la Salud, que anualmente adjudica el ministerio de Salud nacional.
Nació el 5 de noviembre de 1921 en Basavilbaso, provincia de Entre Ríos, y afirma que seguirá “trabajando hasta que físicamente pueda hacerlo”. Y señala que al consultorio va manejando su propio auto. “Para mí trabajar es una pasión, me hace mal no hacerlo”, dice esta profesional de gran humanidad. En su familia eran seis hermanos y sus padres llegaron escapando de la hambruna de Europa. “Mi madre era de Lituania y mi padre de Besarabia (Hoy Moldavia y Ucrania). Mi madre era una enamorada de la cultura, de ella habré heredado los genes. Para ella la cultura era tan necesaria como el aire que respiraba”.
La Dra. Chehébar se confiesa amante de la ópera, el teatro y el cine. Tiene tres hijos y cuatro nietos.
¿Por qué eligió la medicina?
Quizás por influencia de mi hermano mayor, el Dr. Luis Rabinovich que fue un gran endocrinólogo. Como a mí me gustaban mucho los chicos y estudiar, tal vez por seguirlo a él estudié medicina. Me recibí el 26 de diciembre de 1947.
En los comienzos de su profesión, la Dra. Chehébar relata haber padecido el antisemitismo de las décadas del 30 al 50 del siglo pasado. Tiempos en los que en algunos hospitales mandaban “los niños bien, pretenciosos y engrupidos”, dice Chehébar, citando el fragmento de un tango.
Sus primeros años en la medicina
“Comienzo a trabajar en el hospital Argerich por recomendación de algún amigo de mi hermano. En esa época estaba como Jefe de Pediatría el Dr. Vicente Anello y éramos tres las médicas que trabajábamos con él. El 24 de febrero de 1951 se inauguró el policlínico Presidente Perón de Avellaneda. Entonces fuimos a trabajar ahí y nos encontramos con que no había nada más que la parte de hotelería, que la había puesto la famosa empresa Maple, la más lujosa mueblería
del Buenos Aires de ese entonces. Hay un tango que dice “pisito que puso Maple”. El hospital pertenecía a la Fundación Eva Perón, y mientras estuvo vigente nunca nos faltó nada. Además todas las navidades nos mandaban a los médicos unas hermosas canastas.
En el policlínico se internó durante su enfermedad Eva Duarte de Perón, del 3 al 14 de noviembre de 1951, donde la operaron. El 11 de noviembre hubo elecciones y era la primera vez que votaban las mujeres gracias a una ley que Evita se ocupó en promulgar.
Ella votó desde su cama y cuando se retiró el día 14, pidió que todo el personal estuviera en el lobby del hospital para despedirse. La bajaron en camilla. Había tanta gente…”
En el año 1955 acompañé por tres meses a mi esposo, ingeniero que se especializó en petróleo, a perfeccionarse en EEUU. Allí visité los mejores hospitales de niños de Nueva York y el Johns Hopkins Hospital en Baltimore, Maryland. Allí me interesé en todo lo que era la atención a prematuros.
La neonatología surgió en el año 1950 en Argentina pero en la provincia de Buenos Aires casi no
existía la especialidad. Después de 1955 comenzaron las falencias en el policlínico.
Por ejemplo, en un servicio para recién nacidos son muy importantes los aspiradores, que se utilizan en la parte de reanimación en el momento en que nacen. Cuando se descomponían, muchas veces yo tenía que pagar el arreglo de mi bolsillo, porque si me quedaba sin ese aparato se me podían morir los chicos. Fue muy sacrificado.
En 1981 cuando fallece el Dr. Anello me ofrecen la jefatura de la sala, pero como las falencias eran tan grandes, renuncié. Desde esa época trabajo solamente en mi consultorio privado.”
¿Con tantos años en la medicina notó algún cambio en los pacientes?
Como hago pediatría clínica y neonatología, hoy atiendo a muchos chicos a quienes atendí en su momento a la mamá o al papá. Entre los niños de hace 50 años y los de ahora noto diferencias, porque los padres de ahora son distintos. Algunos son muy ubicados con el cuidado de los niños, pero hay otros que son muy superficiales, que no prestan tanta atención.
Entonces sucede que los niños no se alimentan como corresponde y desayunan por ejemplo con gaseosas, en vez de desayunar y merendar con leche. Eso antes pasaba menos que ahora. También influye que cambió la familia, hoy hay muchas más parejas separadas.
¿Cómo cambió su especialidad?
El cambio ha sido muy importante en la aparatología y los estudios que se pueden hacer. También tenemos a los antibióticos y la prevención de las vacunas. Entonces la diferencia es muy grande. Hoy por ejemplo al recién nacido se le extrae una gotita de sangre del talón y se le estudian 9 enfermedades, que si no se tratan desde el nacimiento tienen graves consecuencias. Todo esto se hace desde algunos años y es una gran diferencia de cuando yo empecé.
¿Cómo definiría a su pasión por la medicina?
A mí los chicos me gustan porque me dan energía. Yo soy de las médicas que no hago diferencias entre mis pacientes, atiendo a todos por igual poniendo lo mejor de mí. Soy de las que los llamo para saber cómo sigue su salud. Me ha dado muchas satisfacciones el ejercicio de esta profesión porque he sacado a tantos niños adelante. Me considero muy certera para “ver las cosas bajo el agua”, lo que subyace, cuando se trata de hacer diagnósticos en chicos.
La Dra. Chehébar junto a enfermeras del policlínico Presidente Perón
¿Cuáles fueron los momentos más importantes de su carrera?
Los que pasé en el policlínico Presidente Perón, porque allí me pasaba ayudando a la gente de forma permanente. Teníamos muchas madres niñas, de 11 a 14 años que tenían a su bebé y a ellas había que ayudarlas mucho, conseguirles leche, porque era un lugar al que asistía gente muy pobre, que no tenía para comprar leche cuando la mamá no tenía pecho. Y también había que entusiasmar a esas jóvenes madres para que les dieran el pecho a sus niños, porque es aún hoy la mejor forma de prevenir enfermedades.
¿Qué le aconsejaría con su experiencia a sus colegas más jóvenes?
Les diría que al paciente hay que dedicarle todo el tiempo que necesita, porque siempre hay que ponerse en el lugar del enfermo. Siempre me dije: “qué haría yo si estuviera en su lugar”. Y ése es el eje de mi trayectoria como médica.
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